25 nov 2010

Muerte en la Ciudad de la Muerte. Capítulo III


"En la vida hay dos clases de personas, las que son capaces de abrir una botella de cerveza con el mechero y las que no."

Normalmente Poli se entretenía metiéndose en su mundo-juego al caminar por la calle hacia el bus. Tenía que evitar pisar las líneas oblicuas imaginarias que salían con una inclinación de 45º de las esquinas de las tapas de alcantarillas, dibujaba su trayectoria en la mente ayudado por la cuadrícula que formaban las baldosas. Pero la complicación iba más allá porque estas líneas rebotaban con los edificios y con el bordillo de la acera. Con lo tenía que recordar las líneas "prohibidas " que le seguían y las nuevas que iban saliendo de las tapas metálicas en las que traía escrito "H. C.", hard core. Aunque las fabricara una empresa que se llama Hidroeléctrica del Cantábrico.
Así iba metido en su mundo, mirando al suelo y caminando raro, escuchando un tema screemo de un grupo, cuyo nombre no conocía, que decía:





...algo, hay algo dentro de mí
hay algo que quiere salir.
Si esto...
es un sueño...
no me dejes...
DESPERTAAAAAR!!!...

Pero por mucho que se intentara distraer había una sensación incómoda en su subconsciente (en la "trastienda", como él decía)  que no tardó en aparecer en la memoria RAM de su cerebro: los hechos de la noche anterior. Cuando la resaca le abrumaba sólo era capaz de pensar lógicamente adoptando la personalidad de dos sujetos. Poli bueno y Poli malo.

"-Por qué me comporto así cuando estoy colocao?
-Porque uno tiene dentro esa tensión de toda la semana currando... y tiene que salir por algún lado.
-Ah si? y porqué la demás gente, que como tú, trabaja, no se comporta así?
-Porque tengo más vergüenza normalmente... y el alcohol me la quita...
-O sea que haces borracho en una noche todo lo que no te atreves a hacer sobrio en una semana.
-No sé, sí... pero tampoco es del todo así.
-Lo que pasa, Sargento, es que eres un mierda que no te atreves a acercarte a hablar a una tía y tener seguridad en tí mismo.
-Vale, listo, y qué cojones quieres que haga para tener seguridad en mí mismo?
-Pues nosé, piensa en lo que haría el Kajetilla en esas situaciones.
-Mira, por mis santos huevos hoy voy a ser el tío más seguro de sí mismo que parta todo el bacalao. Joder ya."

Con la tontería llegaba tarde, tuvo que bajar las escaleras mecánicas al trote y gritarle al de la ventanilla que quería un billete de ida a Tuilla, pagó y bajó corriendo al andén. Nunca se había orientado bien con la maldita numeración de las vías, andenes... Un tren estaba en ese momento parando y nada más posar el pie, le preguntó a la primera persona que vió si ese tren iba para Tuilla.
Mientras hacía la pregunta empezó a tomar consciencia de su interlocutor.
Unas cejas arqueadas cuidadosamente depiladas esperaron a que Poli terminara la frase que se estaba haciendo demasiado larga. Al acabarla, unos ojos enormes aguantaron en silencio unos instantes apropósito para regocijarse en la situación y dejar que la inercia hiciera su trabajo. No llegaba a los 27, más bien baja, pelo negro largo y liso, cara muy guapa bastante maquillada, varias cadenitas de oro al cuello y pendientes grandes dorados, abrigo negro corto con suave pelo sintético en la parte frontal, pantalones marrón claro apretados a más no poder, y botas de cuero que recordaban al rollo del oeste.

Si Polilla no estaba deshecho en el suelo fluyendo por entre las baldosas era porque la resaca le hacía tomarse las cosas menos en serio, como si todo le fuera un poco ajeno. Una boca pintada con una línea oscura alrededor de los labios abandonó una sonrisilla casi imperceptible para susurrar:
-No, el que va para Tuilla es el de este otro lado. Yo también lo estoy esperando.
-Ah es aquí, vale gracias.
La chica se quedó mirando al jadeante Polilla divertida. Éste le aguantó la mirada unas décimas de segundo antes de darse la vuelta, lo que le pareció un movimiento maestro del seductor Cary Grant. Se fue hacia el banco metálico y se puso a dar un repaso mecánico a las llamadas del móvil. En cuanto se sentó el pulso se le aceleró, tanto que lo sentía en las sienes. Y se le subió un rubor a la cara. Dió gracias a los dioses de que la resaca relentizara los procesos fisiológicos. Iba pasando de pantalla en pantalla sin pensar en absoluto en lo que estaba mirando. Su atención estaba concentrada en la pedazo de hembra con la que había hablado un momento antes. En cuanto se asegurara de que ella no estaba mirando tenía que pegarle un repaso para verla mejor. Una cosa es ver pasar ese tipo de chicas por la calle. Pero que te dedicaran una mirada sugerente, para Polilla era ya... algo para recordar en casa a solas.
El motivo de paja se subió al tren que había llegado mientras nuestro héroe hacía el paripé en el banco. Polilla fue detrás de ella, y en una maniobra que le pareció cosa de héroes temerarios se sentó a la misma altura pero hacia la ventana contraria. Excepto una viejina al fondo no había allí nadie más.
Al sentarse volvieron a cruzar las miradas. Aquello era la ostia, no podía desaprobechar esa oportunidad.
El tren echó a andar y Polilla no tenía ni idea de cuál iba a ser su próximo movimiento en el cortejo. Miraba por la ventana y se dio cuenta de que la podía ver perfectamente por el reflejo. Ella cojió su móvil, posó los pies en los asientos de alante y ni corta ni perezosa puso música flamenca mientras tamborileaba suavemente con los dedos en su rodilla.
"-Vaya jarta. Esta es una loca capaz de hacer cualquier cosa. Esta es la tuya Sargento. Soy un tipo duro seguro de mí mismo!"
Pero el tiempo pasaba y no ocurría nada. Poli no sabía cuánto tiempo llevaba sin respirar, disimulando, pero disimulando qué? Empezó a entrarle un sentimiento de derrota, de despertar de un bonito sueño y volver a la realidad que te acoje con su cara espantosa en forma de paloma diciendo -Ven Polilla, baja aquí abajo con los mindundis que se matan a pajas y a los que nunca les pasa nada especial. Vuelve a tu sitio. Tú sabes que eres parte de nosotros... La tienes ahí al lado pero sabes tan bien como yo que no vas a hacer nada, te vas a quedar ahí paralizado como el cobarde que eres.
"A tomar por culo, todo es una puta mierda y es inutil intentar algo que es imposible. Un suspiro de derrota y acordarse de las dos cervezas Coronita que se había traído. Abrir una con el mechero y a lo que mejor se me da."
-Joder, vaya cómo la abres.
-Eh?
-Que vaya cómo abres la cerveza. Ahí con el mechero, qué duro.
-Eh... sí, vaya, ya ves, je je je.
Polilla vuelve a girar la cabeza lentamente con los músculos del cuello más rigidos que un piloto de fórmula 1. Hay esperanza. A la mierda con el motivo de paja, esto es un regalo de los dioses para mí. Sólo es cuestión de ofrecerle la otra birra. Pero algo se lo impedía. Es sólo que salgan las palabras de tu boca: "quieres una?" y ya está. No se va a acabar el mundo joder. Venga, dilo. Polilla mira por la ventana y ve el reflejo de ella, como el de un ángel esperando una señal. De pronto el tren entra en un túnel, y nuestro hombre sigue mirando al cristal incluso cuando no hay nada que ver. La chica observa divertida la jugada. Cuando por fin se va a decidir a invitarle a la birra ella le espeta:-Fumas?
"Fumo o no fumo" - Eh... bueno, sí. Osea, no, sólo cuando estoy borracho
-Solo cuando estás borracho? Vaya, pues anda, que si yo tuviera que aguantar hasta Tuilla sin fumar...
Saca un cigarro y se pone de pie. El tren para, la chica se despide sonriente y sale divinamente del tren. "Pffff... vaya movida tío... vaya movida. Es que no me lo creo! Me acaba de hundir, esta tía acaba de decirme que si no espabilo me va a crecer otra vez la virginidad voy a envejecer solo, y al lado de mi tumba pondrán la tumba de mi Mano Derecha".

1 comentario:

  1. jajaajaj creo que con tu historia acabas de reflejar la de muchisima gente xD (me incluyo)

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