7 dic 2010

Muerte en la Ciudad de la Muerte. Capítulo I

De sobre cómo Polilla encara una mañana de Sábado

Hay dos clases de personas, las que tienen un rollo de papel higiénico en la mesita y saludan al día con una paja llena de vitalidad y las que no

Como siempre no pasa nada en la ciudad. Bueno sí. Llevaban días derribando el edificio de enfrente y se divisaba desde la cama gran parte de la plaza. Ahora mismo hace sol y llueve. Siempre se pueden sentir cosas positivas cuando contemplas los escenarios que se construyen en la ciudad capricho de los elementos del cosmos como la luz y la materia en sus estados. Pero eso no va a hacer que Polilla, al despertarse, se abrace tiernamente a ninguna compañera. O vea una película con una preciosa cabecita apoyada en su pecho. Eso es lo que desalienta a Poli. Aunque la mañana sea preciosa.



Poli permanece en la cama limitándose a mantener los ojos abiertos y observar las caprichosas líneas que produce la persiana a medio bajar en la pared. Poli podía haber sido un gran boxeador, respetado y admirado por sus amigos y temido por sus enemigos. Podría haber sido un guitarrista en un buen grupo de rock mojabragas y conocer los mejores sitios del mundo, las mejores drogas del mundo, las mejores fiestas, la fama, grupies que se tragan la polla enterita... O podría ser simplemente un chico fuerte y guapo, con una empresa a su nombre heredada, que después de conocer a cientos de mujeres haga familia con la mejor de ellas y lleve una vida plena.
Pero Polilla es más bien enclenque, de mirada mustia, perdedor en las pocas campañas que inició persiguiendo algún sueño. Como cuando se apuntó en el colegio a la vez que sus amigos a fútbol y lo dejó, más que por su desventajado físico, por el poco interés que ponía el entrenador con aires de grandeza en la gente como él. O como cuando reunió el suficiente valor, después de meses de noches de ansiedad, a esperar escondido a Pilar enfrente de su portal después del instituto para luego acercarse a ella y pedirle de salir. Le dio un susto tremendo, y como respuesta a la titubeante proposición, la chica dio media vuelta abrumada por la vergüenza y subió a su casa escopetada. Aquel día Pol no habló nada durante la comida con su familia. Fue el primer día de su vida que se sintió realmente deprimido.
Las sombras de la habitación eran unas buenas compañeras en ese momento. Hacía tiempo que no disfrutaba contemplando algo cotidiano e inanimado que le hiciera meditar. De niño lo solía hacer. De niño había menos preocupaciones. Pero, ¿cuál era la verdadera diferencia entre la niñez y la edad adulta? Lo más evidente que se le ocurría era la insufrible necesidad de compañía femenina. Algunos compañeros de instituto habían estado con decenas de chicas antes de que él siquiera hubiera probado la húmeda, resbaladiza, y aromatizada lengua de Yolanda. Y sólo habría algo peor que decir en público la edad en la que perdió la virginidad: descubrir el número de conquistas sexuales que había tenido, que no se elevaba a más de los dedos de una mano. Pero Sonia... ay, Sonia. Casi todas las demás eran sinceramente feas, pero Sonia fue un verdadero triunfo que recordaría siempre. En una ocasión Nicanor, en barman de confianza de Poli, le dijo que en esta vida no hay que esperar a encontrar a la chica de tus sueños, y mucho menos esperar que dure para siempre. Lo que hay que hacer es "apuntar muy bien fechas y momentos en el calendario". Para no olvidar esas temporadas que uno pasó con aquella novia tan maravillosa o esas noches en las que a uno le gustaría haber estado menos borracho para recordar mejor aquel polvo que nunca se volvió a repetir. Esas sensaciones, esas imágenes que uno querría guardar, y por lo menos llevar consigo, cuando se sienta solo. O sea, la mayor parte de tu existencia.
Realmente Polilla estaba obsesionado con las mujeres. Era consciente de que hay cosas muchísimo peores que no tener novia. Pero le daba igual. "En qué cojones quieres que piense. Prefiero estar cojo o manco pero con novia que..." divagaba respondiendo a sus propias cuestiones. Las únicas conclusiones a las que llegaba eran a lo injusto que era el mundo y que había que espabilar. "Tíos más feos se suelen ver con unas morlacas de aúpa. Además, mi madre siempre decía que autocompadecerse es lo peor que se puede hacer". Polilla se cogió la polla con el gesto más familiar del mundo.

Como todavía la tenía medio dormida, y bien es sabido por todos los hombres que normalmente hasta un tiempo pasado después de despertar apenas es placentero el orgasmo de una paja, empezó a hacer tiempo con el ritual de pasar imágenes mentales de posibles candidatas como si de un souvenir-cajita con visor de diapositivas-postal de recuerdo de Salamanca se tratara. Las chicas que aparecían y desaparecían de su mente tenían en común que eran reales y habían tenido algún contacto con él alguna vez. Polilla sabía que dependiendo de a quién escogiera, cuando terminase, se iba a sentir mejor o peor. Si lo hacía con una chica con la que no tuviera ninguna posibilidad de encontrarse más o ya hubiera estado con ella no pasaba nada, terminaba y punto. Pero no tenía mucho morbo la cosa. Sin embargo era muchísimo más interesante si la chica le gustaba y había alguna posibilidad de contacto real, pero era muy probable que después se sintiera un mierda pensando que esa fantasía no se convertiría en realidad jamás por culpa de su cobardía.
En esta ocasión no era plan de soportar más melancolía y terminó escogiendo a Wendolin, la puta de Nicanor. Que aunque no fuera físicamente un portento tenía muchísimo morbo, era algo posible y no había nada que lo que arrepentirse. La historia de la paja no cambiaba demasiado de unas ocasiones a otras. Casi las mismas posturas, mismos escenarios y mismos ritmos.
Cuando terminó y abrió los ojos se dio cuenta que el sol le estaba dando en el pene. Con toda la lívido descargada, se puso a recordar con enorme curiosidad si alguna otra ocasión en que su pene hubiera disfrutado de los rayos solares. Después de limpiarse un poco, dio media vuelta en la cama y decidió no enfrentarse a la mañana de momento, aunque fuera su cumpleaños.
Lo que el Sargento no sabía es que ese día iba a ser el inicio de unos grandes acontecimientos en su rutinaria vida.

2 comentarios:

  1. En realidad este capítulo va antes del que puse como primero. A ver cómo lo arreglo.

    ResponderEliminar
  2. jajajaja ya te vale, puedes cambiarlo editando, y copiando este en el primero, el primero en el segundo y el segundo en este, digo yo...

    ResponderEliminar