El pequeño lisiado yace en su cuna. Se suceden las caras que se inclinan para que
se aprecien las arrugas y los pegotes de carmín y pote. Pellizcos y muecas que
chillan. El pequeño lisiado ya reconoce
a varios de estos personajes. Y sólo uno le agrada. Unos ojos con una piel
suave. Ojos con esa nariz grande y bonita. Ojos con una boca limpia y carnosa.
Ojos con una voz aguda y dulce, musical. El pequeño lisiado espera siempre que
sea esa cara la que se acerque. Es la única que no chilla y pellizca. Y cuando
aparece se pone muy atento, expectante a las carantoñas que tienen ya el éxito
asegurado. No quiere recordar otras caras que no sean esa. Es su favorita. La
ama. Es lo único que tiene.
Quizá algún día el pequeño lisiado entienda que esos ojos no
van a estar ahí siempre. Ese día el pequeño lisiado morirá un poco para dar paso a otra
cosa cada vez más triste.