12 ene 2010

Nieve

Está nevando, hacía dos años que no nevaba aquí, no sé si es cosa mía pero noto en la gente ese pequeñísimo brillo de vida en la mirada que aparece cuando se rompe la monotonía. Sus semblantes se mantienen sobrios, diría que incluso les da vergüenza desnudar su apariencia de preocupación y pararse a admirar la belleza que tienen hoy a su alrededor . Les cuesta ser naturales, les cuesta ser felices, pero no se lo reprocho, la vida que nos hacen vivir es una mierda. O quizá sí debería reprochárselo. Cabrones, tenéis el poder de cambiarlo todo, tenemos el poder y el deber; pero la desconfianza y el miedo nos engañan. Si yo tuviera la fórmula… La individualidad que se contagia en la ciudad se olvida por momentos y la gente se miran más entre ellos al cruzarse como diciendo “eh! Está nevando tío!”. Los niños y los chavales de instituto no dudan en liarse a bolazos y sacar ese espíritu libre y natural que nos mira con desprecio y nos escupe en la cara por habernos vuelto tan condenadamente aburridos y predecibles. Somos un hatajo de traidores a la vida.

El Curro

Llego al piso tercero, salgo del ascensor, busco la puerta “C” y pulso dos veces produciendo una melodía simpática fruto del aburrimiento de la rutina en el curro. “Diiiiin don din doonnnnn” . Y espero . Abre un tío sin camiseta que me muestra su esculpido cuerpo y sus tatuajes maoríes mientras coge las pizzas y me pregunta cuánto es. –Puees doce con veinte-. Puto mono de circo, ¿qué intentas? ¿seducirme con tu apariencia de estereotipo de joven irresistible? ¿acaso eres tan presumido que te gusta exhibirte aunque sepas que es casi imposible que la repartidora sea chica? Por lo menos tápate para abrir, gilipollas, que además fijo que tienes una novia tonta que está buenísima y no te la mereces. Me deja ochenta céntimos de propina, le dedico un gesto de franco agradecimiento acompañado de una sonrisa de camaradería tan agradable como falsa. Bueno, ochenta céntimos no están nada mal.
Y así es mi curro, una labor rutinaria hecha de nombres de calles, números, letras, ruido, frío, semáforos, portales, calor, botones, cámaras, micrófonos, altavoces, detectores de movimiento, interruptores, lucecitas, células fotoeléctricas, ascensores, puertas, rostros, dinero y a la moto otra vez.
Pero con su parte entretenida e incluso emocionante. Siempre puedes arriesgar un poco más en cada curva, ver algo o a alguien interesante por la calle, tomarte el día rebelde y no parar en ningún semáforo, romper o joder algo en un portal por puro aburrimiento vandálico, robar, comer, fumar… y sobre todo, lo más interesante es el momento de descubrir qué clase de personaje te va a abrir la puerta en cada piso. Deseando siempre que sea una hembra diosa, en pijamilla o algo más transparente a poder ser, simpática, que con una sonrisa cómplice te alegre la vista, el corazón y la tarde. Te puedes topar con una buena cantidad de personajillos distintos. Pero eso ya es otra historia que podría dar para mucho.

3 ene 2010

Borracho pero feliz

Deshacerme de la conversación frenética que no sé si la empecé incluso yo. –Voy al baño.
Entrar, comprobar que hay papel higiénico (si todos los tíos fueran tan cívicos como yo no haría falta meterse en el de tías cuando quieres cagar), sacar un buen puñao y limpiar a conciencia la tapa de sentarse y la zona frontal donde puede tocar el pene. Darme cuenta de que estoy borracho. Bien. “Bien” pero porque vine al bar con mi amiga, mi amiga la que me gusta de verdad desde hace tiempo. Y con mi colega amigote, que ya puestos, no es lo mismo pero no va a ser menos. Cagar. Buff, desde un tiempo para acá hago como últimamente mi madre, exteriorizarme a mí mismo lo maravilloso que es cagar, lo bien que quedas al hacer de vientre, soltar el ñordo. Y me resbala por la boca un: “joderrr qué biennn”. Después del éxtasis pasivo hay que limpiarse. Y mi mano busca la lata de cerveza para limpiarme el culo. Eh! Que no, que el ritual no funciona así. Coge papel higiénico borracho de mierda!. Me limpio escrupulosamente, porque para algunas cosas lo soy. Estoy solo en un habitáculo, conmigo mismo, pero ahora estoy alegre y no soy infeliz.
Bailar. Otra cosa no, pero bailar R&R a mi manera con cualquier amigo me encanta. Porque es mi danza de la alegría, y porque no solo me da igual lo que piense la gente que me vea bailar tan mal, es que me gusta porque estoy seguro que les da envidia verme tan suelto y libre. Y con una chica tan guapa.
Hablar, de cualquier cosa. Cuando se está con otros dos misántropos como yo no es tan importante lo que se dice, sino lo que te transmiten esos ojos que te entienden. Porque no somos maestros de la conversación, somos torpes comunicando, pero hermosamente sinceros, palabras inocentes y fieles.
Me encantas, sería capaz de hacer el tonto y el ridículo toda una eternidad si tú lo haces conmigo y te veo disfrutar. Ahora me da igual todo, estoy disfrutando de ti, y eso no me lo quita nadie.
Dicen tonterías como que un hombre es capaz de cruzar desiertos y montañas por una mujer. Y para mí no es más que estúpido instinto o estúpida gente. Pero esa estupidez la tuve hace tiempo. Y aunque ahora ya me olvidé de ello, y hace mucho que tengo superadas y enterradas muchas pajas mentales de adolescente, vuelvo a caer y flotar como un teenager en esa nube idílica de quien está (permítanme decirlo) enamorado. O algo.