5 oct 2010

Último salto


Aquella niña, con los ojos cerrados, embebida en la música que escuchaba por los auriculares, se meneaba y entrecantaba, feliz y relajada, haciendo silbar las eses. No era consciente de lo que ocurría a apenas 10 mentros de ella.
O sea que aquel era el momento que tantas veces me quitó el sueño. El momento en el que se supone que hay que tener pánico. Pero yo en el fondo, no sabía bien qué sentir. Durante toda mi vida fue un pensamiento que abordaba no pocas veces mi cabeza. Mi manera de encarar la idea de mi muerte ha pasado varios procesos. Con mi educación cristiana pasé un tiempo de mi juventud con todo bien atado respecto a esa idea. A cambio, claro está de la sensación de que Un Ojo siempre te vigilaba desde el cielo.
Poco a poco esa idea escapaba de mí. No tardé en romper, más que con la idea de Dios, con la idea de vivir la vida con un palito metido en el culo. Y creer, si creo en algo, en el Hombre.
Pero la cuestión es que yo no sabía cómo sentirme, creo que justo en ese momento uno ya no puede engañarse a sí mismo. En esos instantes está tu conciencia y tú. Tu carácter y tú. Y tranquilamente me dije –Joder, no hay cosa peor que estár todo el día rayao con la muerte de los cojones, ya viví lo mío. Venga a tomar por culo, Plus Ultra.
Y creo que fue ese carácter el que me hizo apretar el acelerador y decir:
-A tomar por culo, os venís conmigo.

El salto debió ser grandioso.

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